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Órbita corporal

Y de pronto tus pies se separan unos centímetros del suelo, el vello se te eriza, notas los tímidos rayos de sol en tu piel y parece que has pasado años en la más completa oscuridad. Una fuerza tira de ti hacia arriba tensando eso que os une, estás cansada de mantenerte en la tierra y al fin, te dejas llevar. Flotas, nunca pensaste que tu cuerpo pudiera volver a sentirse ligero, la brisa hace bailar tu vestido, con cuidado separas los brazos del cuerpo y la sensación de ingravidez inunda tus sentidos. Un recuerdo cruza tu mente, tú, haciendo volar un diente de león de entre tus diminutas manos, viendo cómo se aleja, una imagen azulada y fría que ahora se hace vívida. Escuchas el mundo a tu alrededor pero ya no te hace daño, cada vez es más lejano, amortiguado por los latidos de tu corazón que ensordecen tus oídos. Te elevas hacia el infinito y piensas en qué habrá al otro lado, ¿dolerá?, siempre lo hace, ¿volverás? crees que sí, pero parece que todo se ve mejor desde aquí. Al menos, ti

Sin remite

El chico caminaba a paso ligero por las calles de la ciudad, había más estrellas en el alumbrado que en el cielo nocturno. Se escuchaba gente celebrando, riendo y él volvía con los dedos entumecidos por el frío pero con una pequeña llama que, partiendo del mismísimo centro de su corazón, le daba calor. Había sido una feliz velada, hubo auténticas carcajadas, historias compartidas, momentos de conexión, pero sobretodo toneladas de comida, y con esto, al menos, no puedes quedarte vacío. Al entrar en la oscuridad de su casa, notó el peso de la soledad. Los recuerdos de otros tiempos y los anhelos de aquello que nunca sucedió le alcanzaron. La dulce sensación que le había acompañado durante la jornada amenazó con desaparecer. El reloj marcó las doce y de pronto se abrieron las dos hojas de la ventana golpeando la pared con un gran estruendo. El viento removió los papeles del escritorio dispersándolos por el suelo. Corriendo hacia ella se apresuró a cerrarla, se maldijo a sí mi

Al alba

      He vivido más de lo que cualquiera podría imaginar. Fui un joven corriente que apenas despegaba del nido cuando la excitación y el riesgo me enfrentaron con mi destino. En el abrazo de un hombre se escapó mi último aliento y después llegó el desconcierto, el terror más absoluto, el odio al comprender en qué me había convertido, la lujuria que se despertó en mí, la caza, la fragilidad de un suspiro en mis brazos, la fuerza por sobrevivir.  Saboreé los errores humanos repetidos una y otra vez, la maldad más desgarradora, los entresijos de la injusticia, pero también la bondad, el amor de una madre a su hija, las pequeñas cosas que mueven el mundo día a día.  Una y mil vidas. La bendición que se transforma en pesada carga.  La culpa. Una espada cuya hoja afilada te recuerda que no eres más que la sombra del ayer. Sin embargo, tras siglos de morar como depredador por esta tierra desprotegida, cuando los remordimientos eran dueños de mis pensamientos, apareciste para most

Ellas

        El otoño era su estación favorita, la luz cambiaba volviéndose más tenue y cálida, las hojas secas cubrían las aceras, las calles olían a castaña asada y le recordaban a los días en los que su padre y ella las comían sentados en el parque. Había personas malhumoradas que anhelaban el verano transcurrido aunque también se veían algunas sonrisas como la suya que sabían apreciar un buen café caliente, las galletas de jengibre, una manta gordita y la lluvia. Esa tarde había quedado con sus amigos en una cafetería de esas que están llenas de expositores con tartas y bizcochos caseros, que tienen 30 tipos diferentes de té y otros tantos de café, sofás acogedores y decoración en tonos pastel.  Volvía a casa absorta en las anécdotas de la tertulia cuando chocó contra un grupo de niños disfrazados que corrían calle abajo. Rebosaban felicidad y energía gracias al aporte extra de azúcar granjeado en el famoso “truco o trato”. Sus piernas trastabillaron haciéndole caer sobre un

Aroma

        Lo tiene todo preparado. Lleva semanas escogiendo la ropa que ahora tiene encima de la cama. La camiseta de tirantes color burdeos con un fino encaje en el escote, esa falda negra tipo lápiz que aparece adornando el cuerpo de su madre en todas sus fotos de juventud y las sandalias que Laura le regaló por su último cumpleaños. En cuanto al maquillaje, ha decidido que sea discreto pero que marque esos ojos que tanto han llorado y que ahora reflejan esperanza. El último toque son unas gotas de un perfume que su padre le ha dejado esta mañana en la almohada junto a una nota: “no hagas esperar más a la vida”. Sus piernas tiemblan cuando da sus primeros pasos por la acera, se para un instante, respira hondo, asiente con decisión  y recupera la marcha con paso firme. Al final de la calle se ve la plaza donde sus amigos aguardan, entre cientos de personas, rodeados de música y color.  Hoy Rosa es más Rosa que nunca y menos Mario, deja atrás los miedos y se de

1957

        Se le habían pegado las sábanas y tuvo que bajar las escaleras corriendo mientras se abrochaba los diminutos botones de la rebeca y se recogía el pelo en una coleta alta que dejaba escapar rebeldes mechones adornando su rostro. Su madre gritaba desde la puerta, encaramada a la pasarela “¡Niña, por lo que más quieras, Doña Pilar no nos ha hecho el favor de darte sustento para que llegues tarde!” y con las últimas sílabas el portal se cerró tras ella.             El ruido de sus pisadas al corretear por los adoquines resonaba en las calles adormecidas de Madrid. Como cada mañana, Lola la estaba esperando en la puerta de la pastelería de Doña Herminia luchando por no hincarle el diente a uno de esos bollos redonditos y esponjosos que inundaban la calle de un aroma dulzón. —¡Tardona! —dijo su amiga empezando a caminar en la dirección del taller. —No tengo ganas de que la sargento nos amenice la mañana con sus regañinas como si no nos hubiéramos librado todavía de las monja

Desapercibidos

Desapercibidos  La burbuja incolora, frágil y etérea, que contiene el concepto de nuestra existencia, nos envuelve en un embrujo. Se adora la uniformidad, el decoro, la adaptación y la sensatez. La tradición como emblema, el orden como norma y lo predecible como acción. Se extiende el pensamiento de normalidad como naturaleza indivisible de lo humano, dotándole de una perfección que roza lo divino.   Sin embargo, las entrañas de nuestros cuerpos son más terrenales que celestiales. Cuando te atreves a salir del flujo que nos arrastra y que no te deja tiempo para preguntas, te asalta la realidad. Aprecias las líneas sutiles que sostienen las aristas, lo floral que disfraza lo nauseabundo, lo níveo que ilumina la oscuridad y la caridad que oculta las bajas pasiones.    Nos incomoda la diferencia y la contenemos a través de una piel que nos aprieta y asfixia. Culpamos lo irreverente y cazamos lo onírico. Recluimos todo atisbo de pensamiento alternativo, satanizándolo mientras colg